
Las religiones se vinieron abajo por la crisis de pensamiento.
Al estar en un estado de vulnerabilidad, dejaron su fe de lado y siguieron viviendo sólo por vivir, contando las horas y los días antes de su muerte.
Las iglesias son lugar de diversión para bandidos y al igual que muchas de las religiones sobre el planeta fueron difuminándose en los pensamientos de las personas.
Ya no hay centros comerciales ni restaurantes, ya no hay bares ni museos.
Existen personas vendiendo lo que pueden afuera de sus casas o por las calles, pero no es mucho lo que ganan; hay personas vendiendo comida de dudosa procedencia en los mismos sitios, pareciera que el dinero se esfumó.
Algunos buscan satisfacer sus deseos carnales en los callejones de la ciudad “que más da quien nos vea”.
Las casas eran de madera de los últimos árboles sobre la ciudad, claro, eran para los privilegiados. Y los demás, o era su casa de cartón o era debajo de un puente al lado del río licuado de químicos viejos.
Rodeados por el río derramándose ruidosamente. Antes, se podían relajar las personas al escuchar las cascadas frescas y puras. Ahora solamente zumban sus oídos.
Unos dormían en las banquetas, otros dormían en las escaleras del palacio municipal. En la urna de los votos para elección de presidente se encuentran no más que cenizas.
Siempre se ven guerrillas y conflictos por defender su territorio con armas de fuego o a punta de cuchillas, vidrios, tijeras o cualquier punzo cortante. Los vencedores además, buscan el expansionismo.
Hay peleas por el agua potable que menos de 15 familias aun “gozan” de ella. Bien decían que por cada gota que dejábamos escapar del lavabo era una gota que iba a ser deseada en el futuro.