Era como todo mortal, pensando en cualquier proceso de la vida que para mi tenia vital importancia. Iba yo caminando por la calle pensando y meditando en aquellas veces que se necesita estar solo, cuando ni tu chica puede darte lo que te hace falta.
Entonces lo vi. Iba corriendo desnudo por la calle ¡DIOS! Nadie miraba entonces pero el tan solo verlo me evocaba una profunda vergüenza.
No me pude contener, corrí hacía el y lo atrapé, sabia que tenia que detenerlo, no podía dejar entonces que mi mente conservadora lo pasara por alto, desquite la ira que me hacia sentir diferente, después de golpearlo un buen rato sobre la acera, lo sometí, estaba ya casi inconsciente con la nariz rota y empapado en sangre.
Después corrí hacia mi casa ocultándolo cual niño que oculta lo que acaba de robar del supermercado, lo sedé con diversos medicamentos que encontré en mi baño y lo escondí bajo la alfombra.
Estaba invadido por una euforia animal y demoniaca.-Que excitante era aquello-me decía, mientras que la figura emitía algunos sonidos desde donde se encontraba, tuve que patearla una vez más con todo el falso dolor de mi corazón.
Aquellas contiguas noches fueron extrañas, puesto que me dediqué a dormir la mayor parte del tiempo, claro está, sin interrumpir aquella paliza que le propinaba cada determinado tiempo y las dosis de sedantes que le tenía que administrar para que no despertara, que casi siempre se encontraban regidas por rechinidos y pequeños golpes que escuchaba los cuales significaban que trataba de levantarse y aun así nunca lo pudo lograr debido a que ya tenia varios huesos rotos.
Así fue todo durante un largo tiempo, tenía que desquitarme con alguien así que no lo sentí en lo mas mínimo. Hasta que un día me desperté y me sentí pleno, por alguna razón las persianas se encontrabas deslizadas y tenía ante mi un bello amanecer que se podía contemplar perfectamente desde mi ventana. Mi paranoia me indicaba que aquello había deslizado las persianas mientras dormía, miré hacia la alfombra y seguía allí como si nunca se hubiera movido, como si nada hubiera abandonado esa monótona inercia que lo caracterizaba. Era un bello momento, así que decidí salir a pasear un rato, me desvestí y salí, me sentía ansioso y caminé durante un largo tiempo, esta vez llevaba un puñal por si algún loco trataba de atacarme mientras paseaba, pero no fue así, pues nadie me veía.
Daniel Larios



0 comentarios:
Publicar un comentario